De nuevo un viejo amanecer se asoma tras haber yacido en el olvidado valle, aparece en la mañana aún vestido de azabache y desgarra el delicado velo del alba mientras retumba en mis oídos la fúnebre risa del cuervo.
Y de nuevo cada palabra, cada frase, cada vez que pronuncio tu nombre, cada pregunta ahogada en el silencio me hacen firmar mi sentencia de muerte.
Y de nuevo negro luto al corazón, y de nuevo sin carne cual viernes de Cuaresma.
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